sábado, 8 de octubre de 2011

Ideas sobre la experiencia de la marcha



Las prácticas educativas están llenas de valores, son aprendizajes que desde la vivencia permiten formar una base moral para actuar, reflexionar, ser con uno mismo y en la sociedad. Esta experiencia no se queda en el aula, si no que sale de la escuela al patio, al pasillo, al barrio, a la ciudad, a la red, también allí se vive y se aprende a ser. No digo nada nuevo, ni cito a nadie, pero sé que repito lo que muchos sabemos, desde el señor que cruza la calle en verde con su nieto de la mano, la vendedora del mercado que cuenta junto al niño la cantidad de dinero y lo que le alcanza, hasta Dewey y el viejo Protágoras. Como no digo nada nuevo quiero poner ésto en el contexto actual, para ver qué aportes podemos sacar de los informes de la prensa sobre las manifestaciones juveniles que están ocurriendo en el mundo, también de mi experiencia en estas manifestaciones, las de ahora y las de antes.
Cada día vemos que los jóvenes están saliendo a la calle en muchas partes, sabemos que eso ocurre después de coordinar, discutir y pensar formas para presionar y encontrar solución a problemas socioeducativos, todos vinculados a la necesidad de que haya una educación digna, que saque lo mejor de cada uno y que este proceso se entienda como un derecho y no un bien de consumo. Algunos jóvenes salen a la calle con el amigo sin saber bien a qué, otros porque vieron un cartel y se sintieron reflejados, otros se enteraron por el facebook de una chica/o que les gusta, otros salen con el megáfono y algunos estuvieron toda la noche pintanto lienzos o haciendo panfletos. Hay diferentes formas de participar, pero hoy sabemos que muchos están en las calles gritando una verdad y haciendo fuerza.
La manifestación o la marcha es más que una expresión de descontento popular, es una experiencia para vivir la educación entre iguales, aprendemos del otro; de su mirada firme, de su paso alegre, del que comienza el canto, aprendemos de la que saca fotos, de su observación detenida de los hechos más rápidos, aprendemos de la que te comenta cómo se enteró, la que se ríe contigo de lo que dice el lienzo del otro, el/la que mira desde afuera. No es lo mismo tomarse la calle desfilando por el colegio, corriendo por el cáncer o en una marcha.
Tras rescatar el valor de la marcha, para muchos exagerando sobre su interés educativo, quisiera destacar el punto que me motiva a escribir porque veo que ese potencial puede y debe continuar viviéndose después de esa experiencia. Creo que es necesario -por lo menos- seguir con la reflexión, la discusión, la creatividad, desarrollar la capacidad de sorprenderse del otro y de aprender en buena onda/buen rollo. Apunto ésto porque siento que nos perdemos entre la noticia de la marcha, su comienzo, término y los objetivos que la motivaron, dejando de lado la experiencia misma como oportunidad de aprendizaje que necesita reflexionarse y socializarse.
Haya o no haya solución al problema (desde la lógica de la presión y choque de poderes para que quienes están en el poder formal impulsen cambios), es una experiencia que puede ser el inicio de un cambio, es el ahora y es nuestro cambio, desde ahí se puede si aprendemos a mirarnos comprometiéndonos para el mañana real.
Un movimiento organizado no depende de las marchas, también depende de nuestra capacidad de transformarnos o reeducarnos a través del otro y seguir haciéndolo.