miércoles, 27 de julio de 2011

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¡Mare meva!, como diría mi amiga Alhelí con toda su frescura y naturalidad.
Quizás cuánto tiempo tendremos que estar esperando una respuesta positiva o negativa que nos abra las puertas a un nuevo camino. Esperar genera ansias, más cuando hay poca paciencia, pero es difícil solamente sentarse a esperar, estamos tan acostumbrados a que sea parte de nosotros tomar la decisión final, pero cuando eso no es así genera mil cosas extrañas, me interesa tanto que digan que sí...
Intento reflexionar sobre cómo es más sano llevar una breve espera y no encuentro muchos caminos, solamente veo el de seguir con la rutina y estar atenta a los resultados, sin perder la cabeza en el intento de combinar ambas. Supongo que hay muchas personas esperando; haciendo una lenta fila para pagar una deuda mientras piensan que podrían ir otro día, pero siguen allí, esperando que avance esa fila; otros que están en un aeropuerto, estación de buses o paradero a punto de iniciar un viaje, un encuentro que les llena de ilusión; habrán quienes se enteraron de que serán madres o padres y comienzan a contar los días para que llegue un hijo, analizan los cambios, el crecimiento del bebé en el vientre y anhelan que llegue ese día; hay otras esperas vitales como la de aquel que necesita un órgano para seguir con su vida; unas más simples como la quien volverá a llamar para ver si contestan; la de quien le dijeron a las 18:00 y son las 18:25 y las de quien está en su casa, frente al pc, con el correo electrónico abierto, esperando que llegue ese mail con la noticia.
Cuántas veces nos pasamos el día esperando que pase algo o que no pase nada, nos quedamos en pausa con la vida, porque en definitiva, aunque no nos guste todo no depende de uno y ahí estamos tejiendo y destejiendo, aprendiendo a integrarse y no adaptarse a lo que venga.

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